Thursday, January 31, 2008

CRÓNICA. MARCHANDO DETRÁS DE LA BANDA "THE HALL EFFECT"

Esta es una crónica que escribí en noviembre de 2006. La hice con un grupo de rock que me gusta mucho y en ese entonces no eran conocidos. Cuando la escribí apenas tenían 7.960 visitas en su página de myspace. Hoy tienen 134.359 visitas.
Igual es una banda que me gusta mucho y hacer la crónica fue una buena experiencia.

MARCHANDO DETRÁS DE LA BANDA
“THE HALL EFFECT” (T.H.E)
Por: Andrea Baquero

La gente aplaude y pide más: “¡otra, otra!”. Un eco de chiflidos retumba en la bóveda de ladrillo que hay en el techo, en la que se alcanza a ver el humo subir pero que después sale por las puertas de la terraza que queda tras el escenario.
Oscar se voltea lentamente para esperar la mirada cómplice de Charry, esa que determina si la que acaban de tocar fue realmente la última canción.

Todo concluye cuando Charry se descuelga la guitarra y la pone sobre la base, para luego agarrar su botella de agua Manantial. Este movimiento lo hace también Douglas pero con el bajo, mientras que Andrés suelta las baquetas.
Oscar ya ha dado las gracias al público por haber venido.

En ese minuto, mientras la banda deja de tocar, el escenario se llena de personas que quieren hablar con cada uno de los integrantes. Los abrazan, les aprietan la mano, y les hacen todo tipo de comentarios; los felicitan, les preguntan las marcas de los instrumentos, les piden el número telefónico, autógrafos, y no es raro ver a cualquiera de ellos entre dos mujeres posando para una foto.

Esta es la rutina que T.H.E. repite noche tras noche en sus toques. Es la única banda de “new brit rock” (un estilo que surgió a principio de los años 90 en Inglaterra, que fusiona el Rock & Roll con el Rock alternativo norteamericano) que hay en Bogotá sonando por estos días y están próximos a lanzar su nuevo disco independiente.

“Drogas, sexo y rock & roll” es la trilogía que uno esperaría encontrar en una banda como esta, pero el panorama es el siguiente: drogas…nada, sexo...en el público, especialmente el que insinúan las mujeres que los miran, y rock & roll…del bueno, sobre todo cuando llegan a “Come Together” de los “Beatles”. Mientras tocan esta canción se levanta un bosque de cigarrillos que bailan en el aire, y la gente grita: Come together/right now/over me, para darle espacio al clásico sonido del bajo que soporta las palabras.

Al terminar la canción, mientras la gente aplaude, Oscar, como siempre, se toma un trago de brandy para dar las gracias y dice que son un “público muy bueno”. Salen voces desde la multitud que gritan “Become”, el primer éxito de la banda que sonó en Radioactiva, la emisora de rock en Bogotá, y que todavía se mantiene en el rock 20 (listado de éxitos en emisoras locales).

A veces la tocan en versión acústica, pero esto depende de los efectos que Charry tenga disponibles, ya que sus equipos tienden a fallar un 80% de las veces. Es común verlo tranquilo durante la prueba de sonido porque todo está funcionando, y encontrárselo después de la primera parte del concierto, revisando los cables y las conexiones de sus equipos porque algo está molestando.
Aparecen los acordes de la guitarra. 12 compases que introducen la canción “Become”, y que evocan la sonoridad del “new brit rock”. La gente canta con Oscar: I say hello/but you´re not here/the thing I wanted the most/ And there is nothing but tears. Para el segundo verso ya el coro de los espectadores supera la voz del cantante, y con el hello/hello que corresponde, se comprueba el carácter del público capitalino que siempre quiere cantar más fuerte que la voz líder. De hecho, Oscar ya se puede dar el lujo de no cantar algunas partes de la canción, porque el público se la sabe y la corea mientras suenan las cuartas de la guitarra que se parecen al sonido de un sintetizador.

La atmósfera se calienta, huele a sudor y a cerveza. Los dos cocineros que están detrás de la barra, marcan el pulso con pinchos de madera, como si fueran unas baquetas. La gente se sube en las sillas para cantar y responder con los brazos a los gestos de Oscar y Douglas, mientras siguen tocando éxitos comerciales que han influido en su gusto musical. “No rain”, “I will survive”, “Elevation”, “Lemon tree” y “Smoke on the water”, que son solo algunos de los 200 covers del repertorio de la banda, que cuando empezó en “Hard Rock Café” se hacía llamar “D-Mic”.

Finalmente The Hall Effect “es una teoría física que yo encontré en un libro. Como se veía y como sonaba me pareció del carajo y gracias a Andreita (la novia de Oscar) nos dimos cuenta que tenía las iniciales T.H.E. Nos pareció perfecto”, dice Charry.

Muchas de las personas que van a los toques de esta banda ya los han oído antes, la mayoría por Radioactiva, y otros en vivo en la “Hamburguesería”, en Play T.V (canal de música) o en Internet en la página de “My space” de la banda (www.myspace.com/thehalleffect), que tiene en promedio cien visitantes diarios, sumando hoy 7.960 cibernautas.

De las 150 personas que caben en el lugar hay 60 que los conocen y que están hoy sábado en “London Calling” (Bar al estilo Inglés que queda en Usaquén, Cll. 120 con Cra. séptima) porque hoy tocan ellos.

Alexandra, una de las seguidoras de T.H.E, que vino al toque, dice que “en estos espacios se mueven muchas cosas. Hay muchos intereses detrás de la banda, gustos musicales y personales”, mientras señala a una amiga.

Durante el concierto, es frecuente oír conversaciones que hablan de lo bien que suena la banda. De pronto el público se paraliza con algún solo de guitarra, y las mujeres hablan entre ellas: “Me enamoré de estos manes”, “Pase rápido que no les quiero dar la espalda”, mientras que los hombres conversan: “mire ese bajista, ¡toca mucho!”, y “el guitarrista es un monstruo”.

Hay una mesa al frente del escenario en la que está Claudia, la novia de Andrés. Ella sonríe constantemente, así las mujeres abracen a su novio o le pidan el teléfono. Sin embargo, siempre comenta algo con Paola que no le quita los ojos de encima a Oscar, y cada vez que él canta, ella sonríe tímidamente. En esta misma mesa está Maribel, una amiga de la banda que los acompaña desde que los conoció en “Hard Rock Café”, cuando trabajaba como mesera. Ella los ayuda a enrollar cables, y a guardar los equipos después del toque. Se ha convertido en una roady (personas contratadas para cargar los equipos) voluntaria, junto con Claudia, Camila y Andrea. “Aparecen cuando uno las necesita”, dice Charry.

Hoy, Claudia llevó al toque dos anuarios del colegio, el “Lincoln”. En los anuarios de 1993 y 1994, sale la foto de Charry en sexto grado, pero Charry sonríe y dice: “Siempre salgo en sexto porque me lo tiré tres veces”. En el anuario del 94, aparece una foto en blanco y negro de su primera banda, en ese entonces “Wendy”.

Ricardo, que es el fan más consagrado de T.H.E, y que se reencontró con Andrés que era de su colegio, se ha convertido en amigo de Douglas. “Un día que la banda salía de tocar de la ‘Hamburguesería’ de Usaquén, salimos para ‘London Calling’ (que queda a cuatro cuadras). Douglas me pidió que le llevara el bajo, entonces salí antes que él a comprar cigarrillos y se me acercaron dos mujeres muy bonitas a preguntarme si yo era el bajista de la banda, así que les dije que sí y les conté toda la historia del grupo. Las dos quedaron convencidas”.

En la mayoría de los toques está Ricardo, que se sabe todas las canciones del grupo, y que mientras canta no puede evitar sonreír y levantar su dedo como si quisiera llegar hasta el techo, especialmente cuando oye “Up on the moon”, su canción favorita de T.H.E.

La lista de las canciones que van a tocar en cada concierto la definen en la prueba de sonido, dependiendo de los efectos de la guitarra que funcionen, y aunque muchas son de grupos reconocidos, sus interpretaciones siempre llevan sello propio. Los “uuu” de Oscar cuando usa el falsete, la guitarra de Charry que parece que tuviera un teclado en el fondo, los redobles de Andrés, que van acompañados de la aceleración del tempo, y los solos de Douglas.

Al terminar el toque, Oscar asegura que lo importante es “hacer lo que a uno le gusta porque si uno se siente bien con algo, lo va a hacer bien, solo hacen falta las ganas y mucha suerte”. Explica que hay que ponerle el corazón, y que lo comprobó cuando su mamá le dijo: “ mi hijito, yo no entiendo lo que dice esa canción, pero suena tan lindo…”.
El rock nació en inglés y por eso ellos componen en esta lengua, además es un idioma muy directo, es perfecto para expresar sus ideas.

T.H.E es una banda auténtica y original, que suena bien porque nadie quiere sobresalir, por eso se ven y se oyen compactos. Además, las funciones musicales y extra musicales se las distribuyen entre los cuatro, y aunque no son equitativas, “todo se hace por la música”.

PRUEBA DE SONIDO

Charry lleva los equipos de la banda en su carro, un Mazda 3 23 blanco, al que no le abre la puerta del copiloto y al que le tiene que sujetar el baúl con un palo para que no se cierre.

Empieza a bajar cosas, y cuando agarra la caja de 8 kilos en la que carga los Racks (equipos para los efectos), la manija de la caja se baja machucándolo. Su reacción es rápida. Apoya la caja suavemente, saca la mano y se chupa el dedo índice. Esta escena se repite a menudo en su vida, pero hoy le falta por bajar: dos amplificadores, tres bases de batería, una maleta verde de “Benetton”, en la que carga unas pedaleras y cables, “el muerto” (donde van las partes metálicas de la batería), y un maletín de plástico transparente en el que lleva más rigs (accesorios).

A las cinco de la tarde, después de almorzar, Charry empieza a acomodar los equipos en el escenario oscuro, iluminado por el efecto de contraluz que se forma por la ventana. Saca cada cable que viene enrollado perfectamente y va conectando sus equipos.

A las 5:45 llega Andrés. Lo primero que saca es el tapete que desprende un olor a cerveza, cigarrillo y sudor que está impregnado en el azul de la alfombra que cubre tres cuartos de la tarima. Una vez acomodado, Charry se me acerca para decirme suavemente: “Andrés es uno de los bateristas precavidos que anda con su tapete. Ese es uno de los karmas de ser baterista”.
Vuelve a revisar sus equipos conectados y dice: “no me gusta que Douglas se ponga a hacer show y se olvide de la música, para mí lo primero es que la banda suene bien”, mientras pelea con el cable de su controlador, que tiene dos pedales y 18 botones.
Andrés le contesta: “Yo lo único que quiero es tocar”, y termina de montar los platillos de la batería que está en el centro del escenario. Mientras tanto, suena una canción de aterciopelados. Andrés mueve sus dreads, lleva el pulso con sus piernas, y pregunta: ¿Qué es baracunatana?, ¿qué es guaricha? Y suelta una carcajada cuando dice: “el guitarrista es un abuelito, siempre hay que darle la razón porque los abuelitos son como niños”.
Charry contesta: ¿Qué dijo?, ¿Que el guitarrista lo sabe todo? Y sonríe.
Luego se sientan y Charry toma agua mientras Douglas, que acaba de llegar eufórico porque al fin registró el nombre de la banda, desempaca el bajo para conectarse.

Andrés se me acercó y me regaló unos tapones para oídos. Yo no entendí y le pregunté por qué no se los ponía él, así que me dijo que “Un día estaba tocando en ‘Beer station’ y Maribel, una amiga, estaba al lado de la batería. Estaba tan cerca que se le reventó el oído. Desde ese día, siempre llevo tapones para darle a los amigos”.

Hablamos un rato sobre la cicatriz que tiene en el mentón, la que se hizo a los diez años cuando se cayó de una bicicleta. Luego le pregunté por su novia y me dijo: “Primero lo primero: el rock & roll. Una persona que se relaciona con un músico tiene que entender que la música va primero”.

Oscar llega a las 6:10 p.m, viene vestido con una camiseta de rayas delgadas negras y blancas en sentido horizontal, una bufanda también de rayas negras y blancas, pero gruesas, una chaqueta negra, unos converse que alguna vez fueron negros, un pantalón negro y un cinturón de rayas gruesas negras con blanco, que tiene una hebilla plateada con dos corcheas grabadas. Saluda y va a conectar su micrófono. Empieza la prueba de sonido.

Hoy Charry está más tranquilo, porque uno de sus racks, el que era de Pete Willis, el guitarrista de “Def Leppard”, ya no está molestando. De hecho hoy nisiquiera sirve, así que puede tocar relajado porque se dio cuenta del problema antes del concierto y no durante. Y aunque se ve su cara menos seria que de costumbre dice: “más problemas para mí”.

Oscar se aleja del escenario para oír a la banda, y va hasta la consola para ecualizar los micrófonos. Después de pasar seis canciones completas, Claudia, Paola y las meseras, aplauden. El sonido está probado. Ya están todos listos para empezar el toque a las 10:30 de la noche.

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